Puse el cuaderno encima del escritorio, aunque jamás se me hubiera ocurrido escribir lo que allí sucedió. Minutos antes la chica de enfrente se puso a bailar alegremente ante mis ojos. En efecto, algo extraño sucedió como para que ella actuara así, delante de todos los de la biblioteca. Tampoco iba a ser yo quién se lo recordase. Probablemente aquella carta que tenía entre la manos era el motivo de tanta alegría.
Continua la historia unas líneas más después de corregir y subrayar los adverbios.
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